A la memoria del ocaso
25/01/2020
Meciendo la brisa los cabellos,
que antes marrones serenos, tornaron a anaranjados,
rozando la sonrisa de medio lado, que el sol huyendo ha dibujado
y el brillo en los ojos que firme se reprime, al deseo de besar.
El ansia de esperar, y dejar pasar,
el ocaso titilante, que tinta el mar,
en respuesta, los muslos tiesos que entre arena caliente,
algo de mar, el vello corporal comienzan a erizar.
Entre poros dilatados, aquellos vibrantes,
la pierna inerte que antes pálida, caliente despierta por tacto,
su suave palma, y las últimas luces.
En aquella tarde que empezó serena, lenta,
revoluciona en danza y sensación, dulce que tienta,
a la luna llena que con gracia, al efímero ocaso deja.
Anterior
El vendedor de felicidades
Más recientes
Un comentario
Fany leal
Muy hermoso poema, y la foto igual.