atardecer
Poesías

A la memoria del ocaso

Meciendo la brisa los cabellos,
que antes marrones serenos, tornaron a anaranjados,
rozando la sonrisa de medio lado, que el sol huyendo ha dibujado
y el brillo en los ojos que firme se reprime, al deseo de besar.

El ansia de esperar, y dejar pasar,
el ocaso titilante, que tinta el mar,
en respuesta, los muslos tiesos que entre arena caliente,
algo de mar, el vello corporal comienzan a erizar.

Entre poros dilatados, aquellos vibrantes,
la pierna inerte que antes pálida, caliente despierta por tacto,
su suave palma, y las últimas luces.

En aquella tarde que empezó serena, lenta,
revoluciona en danza y sensación, dulce que tienta,
a la luna llena que con gracia, al efímero ocaso deja.

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