21 de noviembre, paro nacional, Colombia, manifestaciones
Opinión

El paro nacional colombiano visto como muestra cultural

 El pasado 21 de noviembre Colombia paró, y explotó en una danza de protestas y manifestaciones de desacuerdo que se han venido desarrollando en los días posteriores. Colombia, el país más desigual de toda Latinoamérica, se ha unido con una fuerza social que no sólo asombra sino deslumbra, mi idea con este texto no es hablar detalladamente de las claras y muy extensas razones que llevaron a los ciudadanos a marchar masivamente, los asesinatos de líderes sociales, las masacres de niños, los asesinatos irresponsables y desgarradores de jóvenes inocentes o el PND con sus reformas tributarias y laborales que colaborarán en abrir aún más la gigantesca brecha de desigualdad social, buscó resaltar la explosión de arte que deja el desconsuelo.

 Tras el paro las calles de todas las ciudades colombianas se han ido pintando con carteles, pancartas, banderas, danzas, conciertos y muestras artísticas que buscan transmitir el mensaje colectivo de desacuerdo, por medio del teatro, la danza, la pintura, la poesía y cualquier otra de las muchas maneras que hemos encontrado los colombianos para expresar. 

Lo que a mí me asombra de esto, es como explota cual palomita (o dinamita) un país reprimido culturalmente, un país donde los espacios para desarrollar las artes se limitan a los que pueden pagarlos y aún así siguen siendo escasos, ahora las muestras de pensamiento humano se encuentran a la vuelta de la esquina si por allí pasa una manifestación, con el ingenio que desbordan los manifestantes no solo en sus pancartas, en sus ropas o en sus cuerpos, sino en las arengas que cantan y gritan a todo pulmón, las muestras de pensamiento colectivo que se escuchan y retumban en cada cacerolazo, las lágrimas desgarradoras que he visto en los ojos de quienes marchan llevando la bandera en los hombros. 

Han sido días difíciles…

para aquellos que habían puesto una cortina sobre el desastre de los campesinos e indígenas, porque “eso a nosotros no nos tocó”.“eso pasa allá en el monte y a nosotros no nos incumbe” y ahora el gigantesco problema social viene gritando a viva voz frente a sus casas, que “pueblo mirón únase al montón”, ha sido desgarrador para esos a los que se les quiebra el corazón al escuchar las historias de asesinatos, las desapariciones, de todas esas personas que aún siendo inocentes han pagado con creces todo el precio de la guerra, todo el precio de la negligencia del estado y la irresponsabilidad de un mandatario que ante el asesinato constante de líderes y las masacres de niños responde como si fuera una caricatura de Looney tunes. 

Un país que en medio de la desigualdad, los asesinatos y el desconsuelo encuentra su voz en el arte, y deslumbra convirtiendo las calles de la ciudad en el escenario perfecto para desfilar toda esa poesía que se tenía retenida, todo esa música que se tenía resguardada… todo el valor y coraje que se tenía reprimido, un pueblo que empieza encontrando la libertad desde adentro y desbordando todo lo que el intelecto y las manos humanas pueden hacer. Yo quiero resaltar el arte que deja la guerra, la manifestación humana que pide a gritos la paz.

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